Akhlys en Colombia

El pasaje de Ephialtes, por ejemplo, no hizo más que cantar la victoria de la pesadilla entre una cacofonía edificada en la perfección del espanto y un espiral de misterio. Por su parte, Incubatio se encargó de impregnar el entorno con una batería siniestra. Lo modernidad hace que algunas palabras sean llevadas en la balsa de Caronte hacia los confines del olvido; aunque claro está, este fenómeno reside en nuestra propia voluntad. Por ello, nunca está de más crear un nuevo protagonismo para vocablos como ditirambo, canto coral e interpretativo en honor Dioniso, el cual cuenta la historia, dio el primer germen del teatro y así en esencia parezca fuera de este contexto, se adapta con precisión a un encuentro que rinde culto a los lóbregos rincones del alma, la carne y el espíritu en un marco profano.

La consumación del acto Akhlys cerró la embestida de la percusión originada por la batería Ain, junto a todo el séquito que apoyó al dúo durante los minutos que duró la presentación. Un set musical con vida propia y movimientos autónomos, claramente bañados de una vocación ambiental que replicó la distorsión y el pavor, pero extrayendo lo mejor de ese aprendizaje crudo y frío del Viejo Continente óptimamente aprovechado en el lado Norte Americano del Atlántico. El show hizo que la complejidad del grupo estadounidense estuviera más arraigada a una experiencia que obliga a la apreciación radical del acto; sin distracciones banales de la parafernalia metalera. La música sobre la música, la música desnuda y lejos de adornos sobrantes.

La voz del silencio lentamente dispersó a los espectadores; en todo caso, lo exótico no debe durar demasiado y ya era hora de que cada quien fuera a extraviarse en la deformidad de sus sueños febrilmente intranquilos.